Vientos 3

Será domingo cuando el cielo terminaré
de entrar por esta ventana. Siglos,
lustros, años, meses ¡e incluso días! esperaré
para que por fin ese cielo entre por tu ventana.

No soles ni ruiseñores
cantando sobre fuentes bautizmales
estarán las nubes cobijando tus sueños,
mientras duermas cubriendo los tiempos.

Los caminos se cruzarán y dormirás
que viene el cielo tuyo detrás.
Querré lloverte a ti y besar tus recuerdos,
pues un domingo cualquiera será.

De ella colgaron macetas de las que desbordaban
desde la ventana inundada, todo ese pequeño mar de nubes,
ese cielo. Días, semanas quizás,
se conviertieron en meses de relación afectada.
“Por esta ventana ¿Cuánto cielo cabe?”
la pregunta simple fue esa que no creí.

Vientos 2

Es sábado. No como suele ser.
Suficientemente monótono como morir.
Pero no hoy, hoy las nubes pueden ver
y el cielo tiene pensado subir.

Los caminos paralelos comienzan a torcerse,
a hundirse, a perderse, a girarse y ocultarse.
Sabado eres.

Un día, dura más que toda esa semana.
Y en la mesa mi café, mejor sabe
al pensarse poco lejos de la ventana.
Un día termina rápido después de una semana.

Sábado, tranquilo sábado,
a las nubes el suelo ha sido dado.
Quizá limpiar un poco no estaría mal,
el agua que las nubes sueltan basta

y sobra para limpiarnos de culpas.
Todos esos sentimientos de culpa,
pegajosos y obsesivos como un vaivén,
atrapando nuestros pocos y pequeños demonios van y vienen.
Y por fin pueden limpiarlos.

Vientos 1

No creo que esa simple pregunta,
“¿Cuánto cielo cabe por esta ventana?”,
la relación en unos meses afectara.
Buenos días, quizá hasta semanas.
Ese mar de nubes inundaba la ventana
hasta desbordar por las macetas que de ella colgaban.

Era viernes, cada semana después del jueves
y antes del sábado. Siempre día en que vienes.
Eras viernes.

Por aquí y por allá,
olvidando acentos vas…
Y rompiendo paréntesis,
¡y desahogando viñetas!
Las palabras arrivaban acá.

Yo la escuchaba atentamente mientras decía una tras otra,
casi sin sentido. Caminaban una a un lado de la otra.
Por esos caminos paralelos. Nunca se encontraron.
Pues sus caminos ni chocarían, nunca chocaron.

Sintiendo y siendo,
sentía y era ella.
El cielo nublando
y los vientos chocando.

Nadie de la gente que contemplaba ese evento magno,
podía creer lo que sucedía,
Nadie se preocupó en sostenerlo. El cielo se estaba cayendo.
Nadie lo sostuvo.