Cómo preparar chiles rellenos

chile

Como algunos bien sabrán, he vivido cerca de medio año lejos de mi hogar y la buena comida que éste representa. En vista de la precariedad de los primeros meses, aprendí a preparar muy vulgarmente algunas comidas. Esta ocasión les traigo un manual instructivo de cómo preparar chiles rellenos con cualquier cosa que se encuentren en el refrí. Yo encontré lo siguiente:

  • Una papa
  • Algo de picadillo
  • Seis chiles poblanos
  • Una pechuga cogelada
  • Una cajita de puré de tomate abierta
  • Queso
  • Tocino
  • Unas rebanadas de pechuga de pavo
  • Dos jitomates (o tomates, cómo le decimos en Torreón)
  • Chiles serranos (o jalapeños)
  • Espagueti
  • Puré de papa

También en la alacena busquen cosas, por ejemplo:

  • Mostaza
  • Pimienta
  • Sal con ajo
  • Ajo
  • Salsa Magi

Una vez que tienen reunidos los ingredientes, es bueno que comience a dar instrucciones.

  1. Pongan en el fuego bajo los chiles poblanos y quémenlos. Mientras tanto, piquen la papa y saquen a descongelar la pechuga. Pueden entretenerse en Facebook mientras eso sucede o en cualquier otra red social. Yo les recomiendo lean mi blog. Cuando los chiles estén listos, pónganlos «a sudar» dentro de una bolsa, tardará un buen rato.
  2. Cuando tengan la estufa sin chiles, pongan en una sartén las papas a fuego lento. Póngale sal, no se les olvide la sal, la sal es muy importante. En otro espacio de la estufa pueden poner una pequeña olla con agua, unos chiles, un diente de ajo y un jitomate. Esperen a que se cosan bien.
  3. Mientras tanto, pueden ir preparando la pechuga (suponiendo que ya está descongelada). Corténla en fajitas y úntenles mostaza y salsa Magi. Agreguen sal de ajo y pimienta al gusto. Suponiendo que tienen dos sartenes , en el que queda libre (una ya tendría el picadillo) pongan las fajitas de pechuga y cocinenlas. Pueden taparlas para que acelerar la cocción interna. En caso de tener una única sartén (como es mi caso), pasar al paso 5.
  4. Después de pasado mucho rato las papas deben estar listas. Agreguen el picadillo y revuelvan. Yo le pondría algo de pimienta. Los chiles y el jitomate ya deben estar listos. Pongan esto en la licuadora y viertan algo del agua en que hirvieron éstos. Así tendrán su salsa y su picadillo.
  5. Pongan las fajitas de pechuga en la sartén y cocinenlas. Pueden taparlas para que acelerar la cocción interna. Después de esto tendrán las pechugas listas para rellenar los chiles. Sus chiles en la bolsa del paso 1 ya deberían estar listos. Primero «pelen» lo quemado de la piel del chile. Ábranlos sólo de un lado y quítenles las semillas. Ahora los chiles poblanos están listos para ser rellenados. Corten algunas tiras de tocino en cuadritos y en la sartén ahora libre pongan a freír el tocino.
  6. Tomen dos chiles poblanos y rellenenlos con picadillo y algo de queso. Tomen otros dos chiles poblanos pero estos rellenenlos con la pechuga y algo de queso. Para los últimos dos chiles poblanos tomen una rebanada de pechuga, algo de queso y unos cuadritos de tocino frito, enrreden el queso y el tocino con la pechuga y metan esta especie de taco en el chile poblano; depende del tamaño del chile poblano la cantidad de tacos de pechuga, queso y tocino que introducirían.
  7. En la sartén pongan los chiles y cuando el queso esté derretido báñenlos con el puré de tomate. Por mientras calienten el espagueti y el puré de papa. Corten unos limones. Sirvan vasos de jugo de manzana para acompañar. En el plato pueden poner un chile relleno, el espagueti y el puré de papa. La salsa, creo que saben cómo usarla.

Así es que ya saben preparar unos deliciosos chiles rellenos.

Crónicas de autobuses, camiones y demás VI

Pasaba marzo y curiosamente llovía. Estaba yo aburrido esperando, estaba ella a mi costado. Estaba ella bellamente coloreada con un rojo discreto que cubría sus delicados labios. Sus brazaletes de humilde bisutería adornaban sus brazos con algunos —innecesarios de mencionar— colores y una trenza trenzada tres veces estaba adornada con un listón azul. Un lindo listón azul cielo. ¿No pudiese ser posible que, ella, se fijase en mí? Había estado enamorado —más no de amor— de ella desde el primer momento en que me percaté de su existencia.

Uno más perdió su camión. Las burlas a su persona se hicieron presentes. La ignorancia de la guardia afuera del banco implantaba una absurda autoridad, hablando de leyes y asaltos y otras tonterías, sin embargo, yo prefería distraerme viendo a «mi amada», si es que he de llamarla de alguna forma.

Ah, su cuerpo, aunque alta para mis gustos. Sus piernas me invitaban a ser abrazado por ellas. O al menos esa invitación yo quería escuchar, pues no era para mí. Y alguien pasó frente a la mujer objeto de mis deseos, todos estábamos aburridos esperando el autobús. La lluvia caía y todos queríamos irnos de tal lugar de trabajo. Incluso en ella podía leer su aburrimiento. Al verla la lluvia dejaba de caer y su ropa formal y sus adornos de colores también caían, dejándola con un pequeño vestido, tal cómo la conocí. Yo preferiría estar diciéndole cosas bonitamente absurdas, o absurdamente bonita, a ella. Al voltear de nuevo, la vi bostezando y me enamoré un poquito más.

Técnicamente todavía estábamos sujetos a las reglas de esa guardia, pero al verla delinquir frente a nuestra ridícula autoridad, le pedí que me compartiera un poco. Fue la escusa. El antojo de una «golosina». Pero mi verdadero antojo era ella. «Tengo muchas cosas bonitas que decirte», pronunciaron tímidamente mis labios y sus ojos se abrieron sorprendidos. Unos ojos nada fuera de lo común. Por primera vez los veía sin —sus— lentes, eso los hacía hermosos.

Ya he escrito más que otras veces, he escrito hasta darme asco de lo cursi que pueda resultar hablar de ella. Sin embargo, respeto las tres efes de lo que debe ser un buen hombre: Feo, fuerte y formal. Las respeto porque es lo políticamente correcto… aunque la verdad feo no soy, fuerte mucho menos y ni imaginarme siendo formal.

Me di una cachetada para no dormir esperando y vuelvo a pensar en esas piernas. Ay, esas piernas que quieren ser mías. Lo sé. Cada cuatro San Joaquines pasa el mío y el de ella. ¿Y eso qué importaba? El único camino que pretendo es aquel que me lleve a su cama, aquel que alimenta mis más primitivos deseos: Gabriela.

Tres tristes tigres

¿Por qué los tres tigres estaban tristes y tragando trigo en un trigal?

Tal vez se hacían compañía en su tristeza, chance y eran hermanos que habían sido abandonados en el trigal por su padre. Como aquél leñador que abandonó a sus hijos en un bosque porque ya no podía mantenerlos, pero los niños fueron muy listos y dejaron por el camino unas migas de pan. Los tigres no comen pan y por lo tanto no pudieron dejar migas de pan para encontrar el camino de vuelta a casa, pero los tigres tampoco comen trigo.

Pudiera ser que estaban tristes por desamor, no se conocían unas horas antes y coincidieron en el trigal, juntos decidieron aliviar sus penas comiendo esa exquisitez (más por exótica que por sabrosa). Así como un hombre muy macho que después de golpear a su esposa va a la cantina con sus amigos y por la ebriedad la culpa le invade, así como el joven que fue rechazado infinitas veces por la mujer de sus sueños y ahora busca consuelo o como el del’alta que fue en busca de su mujer de vida galante pero al ver los precios y la mercancía ninguna le pareció y por no aburrirse fue a buscar diversión a algún bar. Los tigres tratan de ahogar -literalmente- sus penas tragando trigo esperando una indigestión.

A lo mejor eran los guardias de un rey en las tierras del trigo, pero ante una mala jugada fueron despojados de su alto rango. Por la noche decidieron juntarse para planear su regreso y apoderarse del trono pero escucharon por ahí «el cielo está estrellado» y comenzaron a llorar ante la «absoluta tristeza» de ese verso. Eso sí, nada más triste que un cielo roto, sus sueños de ser escuderos y proteger con su vida al rey fueron destruidos.