Feliz cumpleaños a mí

Ni crean que organicé desde hace meses todas mis publicaciones para poder publicar este día tan especial. Ay, hay ahí entre mis memorias tantas cosas para venerar este año que ha pasado. Este año ya no estoy en mi ciudad, cambié de escuela e inicié otra etapa en mi vida. Este año lo finalizo lejos de todas esas personas que he querido y quiero. Sin embargo, ellos están cerca de mí y yo de ellos, al menos en espíritu, espero el próximo año estar aún más cerca de ellos. La vida es esa enfermedad de la que todos estamos muriendo; mas no importa, hoy quiero compartir algunas reflexiones que he hecho basado en muchas cosas que he leído, escuchado, visto, y sobre todo vivido.

Siempre existen fantasmas en nuestra vida, entes del pasado que atormentan el presente y nos alejan del futuro. Se suele pensar que el aprendizaje es lineal, que cada experiencia es una enseñanza que nos ayuda a crecer; por desgracia no siempre es así. Después de una mala experiencia podemos aprender algo que nos limita el crecimiento, que nos mantiene enanos. El aprendizaje es, pues, más como un río que sube colinas, baja montañas, rodea piedras, se bifurca en varios senderos, se une en lagos enormes; nunca es lineal, es más semejante a una ecuación de n grado. Muchas veces esos aprendizajes negativos se proyectan en el recuerdo de personas toxicas, que quizá fueron buenas y necesarias en su momento, pero hoy son fantasmas. Fantasmas que suelen ocupar un lugar que podrían aprovechar nuevas personas en nuestra vida, nuevos aprendizajes que en verdad nos ayuden a crecer.

Los años no pasan, el tiempo para nosotros es casi estático. En términos matemáticos todo el tiempo que ha existido y está por existir es indeterminado, tiende al infinito. Nuestra vida transcurre de un punto inicial a uno final, sin embargo la diferencia entre estos dos puntos es casi cero, tomando en cuenta la inmensidad de tiempo. Dichosos aquellos que entendieron. Nosotros vivimos en ese fragmento de espacio temporal, sucedemos, existimos con él.

Con forme va pasando haciendo las cosas que amamos, esas cosas que nos apasionan, nos vamos aferrando a la vida. No me entristece estar lejos, pues me he alejado (físicamente) para seguir un sueño, seguir esa locura que algunos me obligan a llamar «estudio». A un año de haber comenzado a escribir, de hacer lo que me gusta, soy más feliz. Y eso es bueno.

No sé qué pasará el año que inicia. No sé qué escribiré. No sé a quiénes conoceré. No sé qué viviré. No sé qué cambiaré. No sé a quién le diré adiós. Sé que mientras siga haciendo lo que hago, todo irá bien. Hoy espero tener a alguien a quién abrazar, que valga la pena haber llegado a este día, no sé. Y si no, pues no importa, ya habrán más años. Pues finalmente el año es para quiénes me apoyan, quienes creen en mí, quienes me esperan, quienes me ayudan a construirme día con día. Tal vez por ahora no tenga mucho sentido. Tal vez para nadie tenga mucho sentido. Quizás a muchos les parezcan incorrectas mis formas. Creo que al final, todo tendrá sentido.

Hay muchas cosas que no entiendo y que tal vez nunca entienda, me hace feliz vivir así. Todo es cuestión de tiempo, viviendo los momentos, pasando las noches inundadas de recuerdos. Si las lágrimas vienen y las sonrisas se van, entonces será mejor prestar poca atención a lo que pase, porque todo pasará junto a esos pequeños cachitos de tiempo. Siempre será así. Pues ningún número determina la edad, sino nuestro comportamiento, nuestras soledades y compañías, nuestra salud emocional. No creo que cumplir años sea un merito lo suficientemente grande como para celebrarlo, sin embargo estoy orgulloso de lo cambio año con año, finalmente, quién sabe a dónde nos lleven las decisiones que tomemos. Y aunque no creo en la muerte, lo que me quede por vivir, lo voy a vivir en serio.

Estipulaciones

Años después, frente al inminente final de la especie humana estaban el hombre, la mujer y el amigo. Estaban, pues, en la tapa tras lo que parecía ser la última página del libro. Pasaron los siglos en reformas agrarias y forestales, los seres humanos no pudieron resistir. Cayeron con el tiempo junto a cada árbol que talaban. Ahora solo quedaban esos tres especímenes habitando el hogar que llamaban Tierra.

El hombre evidentemente se matrimonió con la mujer, y todo estaba bien. El amigo siempre estuvo con la mujer cada que el hombre se iba —por querer o deber—, y todo estaba bien. La protegía porque era la última estrella brillando en el cielo.

Hace tiempo, un día, la mujer quiso un hijo. Durante años ese deseo estuvo a flor de piel. Sus cuerpos —el del hombre y la mujer— chocaban casi todas las noches. Ahora, frente al inminente final de la especie humana estaba el hombre, recordando cómo en sus años de juventud fue sometido a la infecundidad. Ésto el trío lo sabía. Y a la mujer, un día, se le ocurrió la —poco— brillante idea, como el fuego que arde sin saber que quema.

—Hazme un hijo — preguntó al amigo.

—Solo si es mío.

Vientos 1

No creo que esa simple pregunta,
“¿Cuánto cielo cabe por esta ventana?”,
la relación en unos meses afectara.
Buenos días, quizá hasta semanas.
Ese mar de nubes inundaba la ventana
hasta desbordar por las macetas que de ella colgaban.

Era viernes, cada semana después del jueves
y antes del sábado. Siempre día en que vienes.
Eras viernes.

Por aquí y por allá,
olvidando acentos vas…
Y rompiendo paréntesis,
¡y desahogando viñetas!
Las palabras arrivaban acá.

Yo la escuchaba atentamente mientras decía una tras otra,
casi sin sentido. Caminaban una a un lado de la otra.
Por esos caminos paralelos. Nunca se encontraron.
Pues sus caminos ni chocarían, nunca chocaron.

Sintiendo y siendo,
sentía y era ella.
El cielo nublando
y los vientos chocando.

Nadie de la gente que contemplaba ese evento magno,
podía creer lo que sucedía,
Nadie se preocupó en sostenerlo. El cielo se estaba cayendo.
Nadie lo sostuvo.